Les inundacions als campaments saharauis i la situació de pobresa i precarietat en què es troben les desenes de milers de refugiats, han tornat a posar de manifest el deteriorament de les condicions de vida i la degradació personal, social, econòmica i política que pateixen. No em puc estar, doncs, de rescatar un article de l'any 2004 (que vaig publicar a El País) on apuntava una via de solució alternativa, una tercera via, per intentar, molt modestament, aportar una possible sortida "realista" a un atzucac que a hores d'ara crec que només beneficia el Marroc.
"La dimisión de James Baker como enviado de Naciones Unidas para el Sáhara Occidental, vuelve a poner sobre la mesa la incapacidad de la comunidad internacional para resolver un conflicto que lleva ya 29 años enquistado. El gobierno español hizo mal en 1975 el proceso de descolonización, más preocupado entonces por resolver sus propios problemas internos y temeroso de evitar una desestabilización que podía haber puesto en peligro la frágil estabilidad política del momento y el posterior desarrollo de la reforma hacia una democracia parlamentaria que algunos responsables tenían ya diseñada.
En realidad, era bastante cierto que aquí todo estaba “atado y bien atado”, excepto la previsión de que el rey de Marruecos iba a aprovechar la debilidad del gobierno español del momento para tomar posiciones de fuerza de cara a hacer inevitable la anexión del territorio del Sáhara Occidental. Mientras tanto, las relaciones entre España y el Frente Polisario continuaban siendo pésimas, ya que las acciones armadas de éste en los años anteriores le habían convertido en un enemigo a abatir.
Sea como fuere, la descolonización se hizo a toda prisa y mal, de forma vergonzante. España hizo oidos sordos a la exigencia de NN.UU, del Tribunal internacional de La Haya y de Argelia de que se celebrase un referéndum de autodeterminación. Fue el rey Hassan II quién marcó el ritmo con su fuerte presión anexionista (la famosa Marcha Verde) y el gobierno español sólo tuvo dos obsesiones: evitar enfrentamientos armados sobre el terreno y no ceder la soberanía al Polisario para no aparecer como perdedor. Al final, puede que con la cesión del territorio a Marruecos y Mauritania, en el Acuerdo de Madrid, España no apareciese exactamente como perdedora, pero el reparto originó un problema mayor del que había hasta aquél momento y dejó a los saharauis a merced de otras potencias colonizadoras. Sobre todo a merced de una, como se vería enseguida; dispuesta ésta a iniciar una larga guerra de desgaste, con el fin de anexionarse ella sola todo el territorio, a cualquier precio.
Tras años de guerra valerosa por parte del Polisario, apoyado por Argelia y por la Unión Soviética, se llegó más tarde a una situación que no tenía salida desde el punto de vista estrictamente militar. La URSS desapareció del mapa tras su propio hundimiento como superpotencia; Argelia ha tenido y sigue teniendo bastantes problemas internos como para mantener cualquier apoyo económico o logístico a la autodenominada República Arabe Saharaui Democrática. Y los refugiados saharauis de Tinduf (uno de los lugares más inhóspitos de la tierra para vivir) hace años que ya sólo sobreviven gracias a la ayuda humanitaria internacional y a su encomiable voluntad de superación de todos los contratiempos. Los casi treinta años de vida en los campos de refugiados les han debilitado enormemente, por más que se empeñen los líderes del Frente Polisario en aparentar lo contrario. En los campos de Tinduf hay desánimo, existe mercado negro producto de la aparición de diferencias económicas entre unos refugiados y otros, han aparecido ... y se han producido algunas fugas de personas relevantes hacia Marruecos. Las tímidas demostraciones militares en algunas pocas ocasiones en que había algo que celebrar no han hecho sino poner en evidencia la escasez de recursos para vivir y no digamos ya para volver a una hipotética lucha armada.
Todo ello no resta valor, sino todo lo contrario, a una lucha por la dignidad y por la independencia, que ha sido más que legítima y ha tenido momentos verdaderamente épicos. Tampoco resta mérito ni valor a los apoyos que desde el exterior y muy especialmente desde España, han mantenido viva la llama de la esperanza de un pueblo que en su momento se sintió traicionado y abandonado por su antigua metrópolis y que ha vivido durante décadas casi olvidado por la comunidad internacional.
En cualquier caso, el tiempo juega indudablemente a favor de Marruecos. Por eso los tímidos intentos de la comunidad internacional para llegar a acuierdos han sido siempre papel mojado. A Marruecos sólo le ha interesado y le sigue interesando demorar la solución final. Y no ha aceptado nunca ni aceptará jamás un acuerdo que suponga una rebaja en sus pretensiones de anexión del territorio y de asimilación por la fuerza de la población saharaui.
NN.UU ha tenido un papel relativamente digno, en el sentido de no permitir hasta hoy que Marruecos actuara unilateralmente e impusiera su razón por la fuerza. Se han destinado medios económicos y humanos a realizar un censo de población y se ha defendido la voluntad de celebrar un referéndum. Más tarde, el llamado Plan Baker 2003 propuso la elección de una autoridad autonómica para el Sáhara antes de organizar, al cabo de un periodo máximo de cinco años, un referéndum de autodeterminación, pero con un censo teóricamente favorable a Rabat. Aun así, éste descartó esta solución que sí era aceptada, en principio, por Argelia y el Frente Polisario.
Personalmente, hace años que vengo planteando con toda humildad en diversos seminarios de trabajo y en conversaciones con expertos, la pregunta ingenua de por qué no es posible ni deseable la partición del territorio del Sáhara Occidental para dar una solución al problema. En verdad tengo que decir que nunca he oido respuestas convincentes. Al principio, simplemente porque los expertos parecían confiar en una solución negociada (en la que yo nunca he creido, por pensar que a la mayoría de actores no les interesaba, y no sólo a Marruecos). Tuve que escuchar, además, por parte de algún miembro del Polisario y de los defensores de su causa, la acusación de que mi propuesta era una traición a su causa y a la memoria de los mártires de la lucha armada de un pueblo que ha sufrido mucho por defender su dignidad.
Para los marroquíes con los que dialogaba, mi propuesta era una simple provocación, ya que se atrevía a cuestionar una supuesta legitimidad histórica secular del reino alauita sobre ese territorio, sin que me hayan podido aclarar nunca por qué motivo ese reino tiene más derechos sobre el Sáhara Occidental que los que puedan tener Mauritania o Argelia.
Al final, para mi, lo único cierto es que, si la comunidad internacional no lo impide, una vez más el pez grande está a punto de comerse al chico. Por muchos seminarios que se celebren sobre la cuestión y por muchos planes Baker o similares que se vayan poniendo sobre la mesa. Y con esta afirmación no quiero en absoluto mostrar ni el menor desprecio por la actuación de NN.UU en el Sáhara, sino todo lo contrario. Sin esa presencia, la anexión por parte de Marruecos haría tiempo que se habría consumado. La dimisión de James Baker, simplemente puede tener la virtualidad de acelerar todo el proceso y de que éste se lleve a cabo de forma precipitada y desordenada, lo cual, evidentemente, no favorecería precisamente la adopción de una decisión medianamente justa y equitativa.
Por eso insisto en la necesidad de poner sobre la mesa nuevos escenarios posibles. Uno de ellos, la partición del territorio del Sáhara Occidental. En el Acuerdo de Madrid, la parte asignada a Mauritania venía a ser una tercera parte de los aproximadamente 226.000 km2 del total del territorio. No es la mejor parte, ni hoy por hoy, tampoco la más rica (aunque puede albergar riquezas por descubrir). Pero es mejor, sin duda alguna, que la zona de Tinduf donde han sobrevivido durante todos estos años los refugiados saharauis, a la espera de poder volver algún día a su tierra prometida.
Se podría discutir si la división debería ser exactamente esa misma que digo, con correspondencia al cien por cien con el reparto de 1975. Se podría hacer un reparto que garantizase más seguridad por ser de más fácil gestión e incluso un poco más benévolo para el Polisario. Otra frontera posible (en mi opinión, más justa) pasaría por el paralelo 24. En ese caso, el territorio asignado a los independentistas saharauis sería algo más extenso y tendría la virtud de incluir la ciudad de Dajla y su pequeña península. Así se daría mayor valor a la zona saharaui pero, sobre todo, se podrían prevenir posteriores conflictos al evitar que hubiese un enclave marroquí prácticamente dentro de territorio de la RASD.
Soy consciente de que estoy hablando de una operación enormemente compleja. La cual debería ir precedida de nuevas conversaciones, discusiones, acuerdos, traslados masivos de población, intercambios de prisioneros y migraciones de personas en un sentido y en el otro. Esta solución significaría también la aceptación y el reconocimiento, por parte de la comunidad internacional, de la creación de un nuevo Estado en el Magreb. Y el compromiso de NN.UU de acompañar durante un tiempo todo este proceso para asegurar que se llevase a cabo cumpliendo la legalidad internacional.
En definitiva, no estoy hablando de un invento de fácil ejecución. Soy consciente de que estoy sugiriendo una salida posible y realista, pero llena de interrogantes y que contaría en un primer momento con la probable oposición de las partes implicades. A lo mejor, sin embargo, si NN.UU dedicara a negociar esta solución una décima parte del tiempo y del dinero que ha gastado hasta ahora en el conflicto, y si otras potencias como la Unión Europea y Estados Unidos presionaran también en esa dirección, podríamos ver algunos resultados mucho antes de lo que los pesimistas de siempre pudieran llegar a imaginar".
Àlex Masllorens es diputado en el Parlament de Catalunya (PSC-CpC) y fue vicepresidente de Justícia y Paz.