Quienes se rebelaron contra la ignominia y la opresión en el gheto de Varsovia no fueron terroristas, sino héroes a quienes hay que recordar y honrar con respeto.
Setenta y cinco años después no hemos sido capaces de mejorar el mundo, pero hemos conseguido que las víctimas de entonces se hayan convertido en unos verdugos excelentes.
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