lunes, junio 15, 2009

Escribir no es tan fácil

(per llegir la versió en català: http://www.elperiodico.cat/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAT&idnoticia_PK=621454&idseccio_PK=1006&h= )

Llevo meses obsesionado, dándole vueltas a la dramática y emocionante historia vivida hace más de 20 años por un joven poeta llamado Ivo Machado. Tuve noticia de su existencia y del episodio que cambió su vida por un magnífico artículo de otro escritor, Santiago Gamboa. A mediados de los años 80, Machado había escrito ya muchos poemas, pero tampoco en Portugal los versos dan para comer, así que trabajaba como controlador aéreo en las islas Azores. Y fue allí donde una noche se encontró guiando a ciegas a un piloto inglés aventurero que conducía un bombardero de la segunda guerra mundial desde Londres hacia Florida. El aeroplano pilló una tempestad y consumió más combustible de lo previsto, no le alcanzaba para llegar a América y parecía claro que el avión iba a caer al mar.


Y ahí es donde actuó nuestro poeta, no para salvar al piloto (aunque lo intentó), sino para hablar con él y tranquilizarle. Conversaron durante mucho tiempo aquella tempestuosa noche en medio del Atlántico. Al final, el aviador pidió al poeta que le recitara versos y este empezó con poemas de Walt Whitman y siguió con improvisadas traducciones de los suyos. Fue una relación íntima e intensa, nunca antes vivida en una torre de control; hasta que Ivo perdió el contacto con el avión. Al día siguiente, un equipo de rescate lo localizó en el mar, casi intacto, pero el piloto había muerto en el momento del impacto.


Hoy, tras una ardua búsqueda, he localizado a Machado y he hablado con él. Si a Santiago Gamboa le había dicho «aún sueño con su voz... pero sé que murió tranquilo y es por eso que sigo escribiendo poesía», a mí me ha confesado que lleva cinco años escribiendo y reescribiendo, intentando inútilmente contar lo que vivió aquella noche. «Pero me resulta muy duro, demasiado dramático. Me está costando horrores». He pensado en Jorge Semprún, incapaz de relatar su experiencia de juventud en un campo de concentración hasta pasados muchos años. «Tenía que elegir entre la escritura y la vida, y opté por la vida», escribió. Primo Levi y otros prisioneros de los nazis sintieron la urgencia de vomitar de inmediato su pasado en los campos y no fueron capaces de soportarlo.
(artículo que he publicado hoy en El Periódico)

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