Pero lo más sorprendente ha sido la reacción del Partido Demócrata que, durante un tenso debate en la Cámara de Representantes, ha utilizado el escándalo Blackwater para poner de manifiesto que la ideología neoliberal, con su obsesión por la privatización sistemática de todos los servicios públicos, es un auténtico fiasco. Bienvenida sea la reflexión de los demócratas, aunque haya llegado envuelta en el escándalo de esa compañía de “aguas turbias”. En el fondo, el debate es el de siempre: anunciar rebajas de impuestos cae bien a la mayoría del electorado, pero la contrapartida es siempre que se privaticen los servicios públicos y que los gobiernos renuncien cada vez más a usar esos ingresos para dar más oportunidades a los que tienen menos.
Una de las razones de ser de la izquierda hoy, la que le da más sentido, es la redistribución de la riqueza. No se trata de ir contra el mercado, sino contra las exageraciones e injusticias del mercado. La izquierda cree en la libertad, en la capacidad de iniciativa y en el progreso de la humanidad, pero sabe también que todos estos valores van íntimamente ligados a la solidaridad y la justicia social. No se puede coartar la libertad de los más emprendedores, pero tampoco puede abandonarse a su suerte a los más vulnerables. Y, hoy por hoy, la mejor forma conocida de redistribuir la riqueza es con los impuestos. Aunque tenemos derecho a exigir que se gestionen mejor, ¡eso sí!
Publicado en El Periódico de Catalunya (15/10/07)
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