lunes, junio 06, 2016

Conducta irresponsable


Las elecciones son, como dice el tópico, la gran fiesta de la democracia. Pero que los partidos opten por llevarnos de nuevo a unos comicios a menos de seis meses de haberse celebrado los anteriores no es una doble fiesta, sino la expresión de un gran fracaso.

Justificarlo aduciendo que en medio año muchos ciudadanos pueden haber cambiado de opinión obligaría a reconocer que eso puede ocurrir siempre (y de hecho ocurre). Que las elecciones sean cada cuatro, cinco o siete años (como pasaba hasta hace poco con las presidenciales francesas) es una opción siempre discutible, pero una vez realizadas el resultado es una instantánea, el reflejo de un momento único e irrepetible que podía haber sido distinto en otras circunstancias. Lo vimos claramente en el 2004, cuando votamos sólo dos días después de un grandioso atentado y de las burdas manipulaciones del gobierno de turno. El momento influye. Parece que todos los partidos han pensado en ello y han hecho sus cálculos en clave interna y de reparto del poder, teniendo en cuenta este elemento. Creo que no han estado a la altura de las circunstancias ni de sus responsabilidades; el momento que vivimos merecía más consideración con la ciudadanía y más altura de miras.


Dicho lo cual, no debe verse como un drama que volvamos a las urnas. El verdadero desastre sería que, con los nuevos resultados en la mano, los partidos fuesen de nuevo incapaces de llegar a acuerdos de gobierno; la diversidad tampoco es el problema.

(Artículo que publico en el número 757 de la revista El Ciervo)

No hay comentarios: