(Articulo que me ha publicado la revista El Ciervo en el número de noviembre/diciembre 2014)
No voy a ser muy original si afirmo que la repentina
aparición de Podemos en el panorama político español, su espectacular ascenso y
su previsible consolidación en próximas elecciones son fruto, principalmente,
del asco y el hastío que ha producido en la mayoría de una sociedad muy
castigada por la crisis el goteo constante de casos de corrupción y despilfarro
en los poderes públicos, desde la Corona hasta el último edil del último
pueblo.
Es éste un fenómeno propio de la Europa del sur, donde
hay una sensación bastante generalizada entre la población de que las clases
dirigentes (no sólo los políticos) han forzado la legalidad en beneficio propio
durante años y se han enriquecido fraudulentamente a costa de las clases medias
y bajas, mientras predicaban unos valores en los que no creían en absoluto.
Ahora, además, durante los últimos años, han culpado de la crisis al ciudadano
de a pie y le han exigido esfuerzos suplementarios que ellos mismos no estaban
dispuestos a realizar. Hay demasiada gente viviendo al límite.
No creo que Podemos pueda ser, por sí solo, la
Solución, con mayúsculas, a los graves problemas que aquejan a España. Puede
resultar una alternativa interesante en su día, pero desconfío de las fuerzas
que se consolidan en pocos meses, a partir de la agregación de personas y
grupos que ni siquiera se conocían antes.
Lo que me parece claro, sin embargo, es que los
grandes partidos de siempre (la famosa casta) están podridos y no parecen
dispuestos a transformar a fondo ni a sí mismos ni al régimen que parieron según
su propia conveniencia. Mientras esto no ocurra, tenemos Podemos para rato.